A Robert William Robson todo el mundo lo conocía como “Bobby”. Esto solo puede pasar cuando eres un tipo simpático o cuando eres un tipo muy retorcido rodeado de gente con mucho sentido del humor. Javier Cansado contaba que en su barrio había un tipo muy violento al que todo el mundo le llamaba Gandhi. Esas cosas pasan.
Este no es el caso. Bobby era un tipo simpático. Un chaval de clase obrera que desde muy pequeño sintió una pasión irrefrenable por eso del fútbol. Una institución en Inglaterra, donde fue seleccionador varios años. En España lo conocemos sobre todo por el año que estuvo entrenando al Barcelona. El mismo año que el Barça fichó a un chaval llamado Ronaldo, el que iba a convertirse en uno de los grandes jugadores de todos los tiempos, y que no llegó a más quizás un poco por mala pata (literalmente, puesto que hablamos de lesiones) y quizás un poco por mala cabeza. A día de hoy, mencionar las fiestas de Ronaldo a cualquier jugador del Real Madrid que hubiese coincidido con él provoca un silencio inmediato, a medio camino entre el tabú y la nostalgia. Todo apunta a que Ronnie sabía divertirse a lo grande.
Todo eso llegó mucho después. Nosotros hablamos de Bobby, que coincidió con Ronaldo el año en el que se convirtió en el mejor jugador del mundo. Cuando nos dejó aquella imagen después del gol al Compos, con las manos en la cabeza y cara de haber visto el mejor gol de su vida, lo cual es mucho decir porque la historia de Robson es un poco la historia de cómo el fútbol pasó a ser un espectáculo para las clases obreras al fenómeno mediático que es hoy.
Una historia que se puede contar en tres goles antológicos
Bobby Robson jugador de fútbol. El mundial 58 y el gol de Pelé
Desde pequeño Bobby sintió una atracción irresistible por el fútbol. Una de esas pasiones que no dejan espacio para mucho más. Al joven Bobby Robson el fútbol le interesaba mucho más que las clases. En cuanto podía se escapaba para organizar partidos con sus compañeros y, en general, no tenía demasiada pasión por los libros, así que, con quince años, se puso a trabajar de electricista. Entrenaba y jugaba con el Langley Park Juniors, un pequeño equipo en el que destacaba como delantero. Lo hacía tan bien que dos años después el Fulham lo llamó para ofrecerle su primer contrato como futbolista profesional. El padre de Bobby, minero de profesión, le recomendó que aceptase el contrato, pero que lo compatibilizase con su actividad como electricista, por si acaso. Otros tiempos.
Como jugador Bobby tuvo una carrera brillante. Jugó profesionalmente en tres equipos: Fulham, West Bromwich Albion y los Vancouver Royals ya hacia el final de su carrera. También fue una de las estrellas de la selección inglesa, con quien jugó su primer mundial en Suecia 58.
A Inglaterra no le fue especialmente bien en aquel mundial. Empató los tres primeros partidos, incluyendo un 0-0 contra Brasil en un partido que, según dicen, fue bastante plomizo. Al parecer fue después de ese partido cuando los jugadores brasileños se amotinaron para que el entrenador, Feola, incluyese en la alineación a los dos chavales que se había traído con ellos, pero que todavía veía demasiado jóvenes para jugar: Pelé y Garrincha.
Inglaterra y Bobby por su parte, perdieron el siguiente partido, 1-0 contra la URSS, y se fueron a casa. En su autobiografía Farewell but not goodbye Robson comenta que se sintieron perjudicados por algunas decisiones arbitrales, como el gol que él mismo marcó al legendario Yashin y que le anuló un árbitro húngaro. En todo caso, sus quejas son más bien lacónicas y del mundial Robson se llevó un recuerdo positivo y la sensación de que algo se estaba moviendo bajo sus pies en ese evento llamado “mundial”, que hasta entonces no tenía una gran repercusión.
De aquel mundial A Robson le impresionó mucho:
- Recibir un sueldo de cincuenta libras por partido con la selección (más del doble de lo que ganaba habitualmente).
- Saber que los partidos de la selección iban a ser retransmitidos por televisión.
- Saber que esas retransmisiones aportarían cinco libras extras a sus emolumentos.
Para lo que a nosotros nos interesa aquí, el mundial del 58 va a ofrecernos una serie de datos clave sobre los que volveremos más adelante.
- El mundo del fútbol estaba cambiando y la televisión iba a ser el agente que se encargase de cambiarlo aún más y más deprisa.
- A Robson no le gustan los errores arbitrales, pero nunca se quejará más de lo necesario y nunca va a perder la elegancia.
- Por si quedaba alguna duda de esto, Robson adora el fútbol. El mundial le enamora y Robson sale de allí convencido de que está asistiendo al principio de algo grande.
- Robson tenía un talento innato para estar muy cerca cuando a alguien le da por marcar un gol monumental.
Porque ese mundial lo ganó Brasil por primera vez en su historia. Antes se había quedado varias veces a las puertas, sobre todo en el mundial que se jugó en su propio país y que terminó con el trágico (para los Brasileños) Maracanazo. Desde los primeros mundiales Brasil siempre partía como uno de los favoritos. Es un misterio, pero desde que ese deporte llegó a Brasil sus habitantes demostraron un talento especial y casi mágico para eso de darle a la pelota con los pies. Sin embargo, Brasil no ganó su primer mundial hasta que surgió una nueva estrella, un mesías, un chaval de 17 años llamado Pelé, que empezó el mundial como suplente y lo acabó como gran sensación. La historia de Pelé en el mundial del 58 parece el guion de una película escrita por un guionista un tanto vago y muy dado a los efectos dramáticos. Estuvo a punto de perderse el mundial varias veces y acabó haciendo el mundial que soñaría cualquier niño, incluyendo dos goles en la final.
De estos dos goles el primero supuso el 3-1, es decir, el gol que casi sentenciaba el partido. Es uno de los mejores goles marcados en la final de un mundial. Para muchos el mejor. El balón llueve desde la banda izquierda. Es un centro tenso, pero no muy bien dirigido. No ha posibilidad de remate inmediato. Pelé está al borde del área, demasiado lejos de la portería. A su lado un defensa sueco lo marca de cerca. Pelé controla el balón con el pecho y lo deja botando a un metro de él. Con un solo gesto ha controlado un balón de treinta metros, se ha librado del marcaje y está orientado de cara a la portería. Un segundo defensa se lanza sobre él. Pelé levanta el balón por encima, esquiva la patada malintencionada del defensa y, sin dejarla caer, la cuela por la esquina. Un gol genial marcado por un chaval de 17 años en la final de un mundial, Pelé es un elegido.
Robson seleccionador. El gol de Maradona
Suecia fue el único mundial de Robson. Se perdió Chile 62 por una lesión y para cuando llegó “su” mundial el puesto de delantero centro lo había reclamado un tal Bobby Moore.
La carrera de Robson como jugador estaba ya en los últimos años. En 1966 Inglaterra gana su mundial, con Moore como estrella. En el 67 Robson acepta una oferta de los Vancouver Royals. Uno de esos retiros dorados de grandes jugadores que aceptan contratos muy lucrativos para terminar sus carreras en ligas emergentes. Lo que ahora se hace en Dubai, durante un par de años se hizo en América. Por esa época se intentaba poner en marcha la North America League, pero no tuvo demasiado éxito. Robson no se encontraba cómodo y al año siguiente vuelve a Inglaterra como manager de su querido Fulham. No le fue bien. El Fulham descendió. Aún así mantuvieron a Robson, pero la siguiente temporada las cosas no mejoraron. Un día Bobby iba caminando por la calle cuando leyó en un periódico que le habían despedido. Se acercó al estadio y allí le confirmaron que la información era exacta.
Se fue al Ipswich y allí fue donde Robson se ganó su crédito como entrenador. Estuvo entrenando al Ipswich trece temporadas y se ganó fama de ser un tipo hábil para sacar el mejor rendimiento a sus jugadores. No era un gran estratega ni quiso ser nunca un revolucionario, pero era simpático y honesto. Destacaba por su trato humano. Hay toda una estirpe de entrenadores así. Desde fuera no llamaba la atención, pero los jugadores confiaban en él y eso los hacía mejores. Robson demostró una habilidad especial para trabajar con jugadores de la cantera. Casi no fichaban a nadie y los resultados seguían llegando. Muchos lo atribuían a la suerte. A “Bobby” le “salían” jugadores.
Alguien pensó que esa habilidad para gestionar vestuarios era justo lo que necesitaba un seleccionador nacional. En 1982 Inglaterra cae en el mundial de España y ofrecen a Robson hacerse cargo de la selección inglesa. No consiguió clasificar a Inglaterra para la Eurocopa y quiso dimitir, pero rechazaron su dimisión. Clasificó al equipo para el mundial del 86. Allí tuvo una fase de grupos discreta. Los periodistas locales apodaron, con muchísimo ingenio, al grupo que compartía con Polonia, Portugal y Marruecos el “grupo de los dormidos”. Inglaterra pasó y en la siguiente ronda se cruzó con Argentina.
La historia es bien conocida. El partido entre Inglaterra y Argentina tenía una lectura política, una especie de revancha de reciente guerra de las Malvinas. Argentina se sentía humillada por la guerra y su principal fuente de orgullo nacional estaba en el campo: un jugador de fútbol. Maradona, el mejor jugador del mundo.
La historia se ha repetido tantas veces que no se puede aportar mucho más. Maradona marca el primer gol con la famosa “mano de dios” y el segundo con la carrera más famosa de la historia del fútbol. Barrilete cósmico y el gol de todos los tiempos, regateando a cuatro ingleses y el portero.
Después del partido Robson declaró que, si el primer gol había sido con la mano, el segundo había valido por dos. Años después se mostró menos comprensivo, quizás irritado por la mitología generada alrededor del gol que hizo que muchos considerasen el primero, ilegal, como una anécdota. En su biografía Robson se centra en el gol con la mano y lo define como “el gol de un bribón”.
Robson, entrenador reputado. El gol de Ronaldo.
La temporada 96/97 en España fue una temporada diferente. Para empezar, fue la segunda temporada en la que jugaron 22 equipos, aquel apaño al que se llegó para solucionar el enredo del descenso administrativo del Sevilla y el Celta, ante el riesgo de que aquello terminase en secesión, en revuelta armada o en Guerra Civil. Era el principio del boom del ladrillo y España se envalentonaba. La televisión abrió el tubo del dinero y los presidentes de clubes españoles, en muchos casos procedentes del mimo sector inmobiliario, se comportaron como lo que eran: nuevos ricos.
Gracias a la ley Bosman la cantidad de jugadores extranjeros se multiplicó. Literalmente, se doblaron. El Depor se trajo a Rivaldo, siguiendo una tradición que aún alargaría durante años de viajar a Brasil para volver a vivir el milagro del fichaje de Bebeto y Mauro Silva. El Betis compró a Finidi, un jugadorazo que acababa de ganar la Champions con el Ajax y que quizás era el mejor extremo de Europa en el momento. Hacía un par de temporadas estaba en segunda y ahora le robaba fichajes a los equipos Italianos.
Aquel año coincidió que el Madrid y el Barça estaban en crisis a la vez. Un fenómeno raro, porque en general el Madrid y el Barcelona se comportan en base a una estructura muy precisa de vasos comunicantes que hace que, si uno está en un mal momento, el otro esté viviendo el verano de su vida. Pero esta vez no fue así. El Madrid venía de una temporada horrible, en la que se quedó fuera de Europa. Lorenzo Sanz fichó a lo mejor que había en el mercado español. Trajo a Mijatovic, que había sido el mejor jugador de la temporada anterior, y le declaró una guerra fría al Valencia que dura hasta hoy. Trajo a Suker, uno de los mejores delanteros del mundo. Fichó a Seedorf y a Roberto Carlos, un lateral izquierdo que no acababa de arrancar en el Inter. Pero, sobre todo, trajo a Capello, que venía del Milán con fama de ser el mejor entrenador del planeta y que se vendió como la gran estrella de aquel equipo. La verdad es que la cosa fue bastante parecida a eso, porque Capello montó un equipo muy suyo. Un acorazado que hizo más de noventa puntos gracias a una defensa de acero y un tridente (Mijatovic, Suker y Raúl) que expolió a la mitad de los equipos de la liga. Entre los tres hicieron casi sesenta goles (más que todo el Deportivo de la Coruña junto, que fue tercero con cincuenta y siete goles).
El Barça llevaba dos años en la resaca post-Cruyff. Al que más le duraba el dolor de cabeza debía de ser a Nuñez, que acabó harto de tener un entrenador que se metía en todos los jardines y que no tenía demasiado apego por la cadena de mando. Como el Madrid había fichado a los valores más seguros de la liga, el Barcelona miró hacia fuera. Fichó a un puñado de jugadores que llegaron con fama de ser los mejores en su género: Bahía, Blanc… pero sobre todo fichó a un chaval de veinte años que venía de arrasar en la liga holandesa. Ronaldo llegó al Barça con veinte años, habiendo ganado un mundial y después de hartarse de tumbar a todos los defensas de la Eredivisie. Se sabía que era bueno, pero nadie creía que lo fuese tanto. En todo caso, faltaba a Nuñez le faltaba a alguien para sentar en el banquillo y como se había quedado hasta las narices de tener en el banquillo a un respondón alguien le debió de hablar de ese inglés sonriente que había sido seleccionados nacional. Robson lo tenía todo. Tenía prestigio, tenía experiencia y tenía fama de no ser un gilipollas.
Así fue como acabó Robson en el Barça. Aquel año el Barcelona fichó a seis o siete jugadores más (Giovanni, Luis Enrique….) y la presión era máxima. Durante cuatro años el Camp Nou se había acostumbrado a ganar y las dos últimas temporadas ni siquiera había llegado a las últimas jornadas con opción de ganar la liga. Para comunicarse con sus jugadores Robson, el tipo más simpático de Inglaterra, se trajo a un traductor llamado Mourinho. Un tipo cuya simpatía es cuestionable, pero que cuentan que es capaz de despertar en sus jugadores la misma adhesión inquebrantable que Bobby.
La temporada, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas. Quizás porque algo fue demasiado bien. Quizás porque el chico nuevo resultó ser demasiado bueno.
En el primer partido de la temporada, la supercopa contra el Atlético se condensaron todas las virtudes y defectos de aquel equipo. Primero Ronaldo marcó un golazo desde fuera del área. El Barça se puso dos a cero y luego se dejó empatar. Cada balón que tocaba Ronaldo hacía que a los defensas del Atlético se les pusiesen los pelos de punta, así que la estrategia del Barcelona empezó a derivar lentamente a algo tan poco sofisticado como darle la pelota a Ronaldo a ver qué pasaba. Y funcionaba.
En el cuarto gol del Barcelona Ronaldo encara a Geli. Acaricia el balón con el exterior del pie mientras se perfila hacia la derecha. Cuando parece que está a punto de salir disparado convierte la pierna en un látigo, envía el balón al lado contrario. Geli sale eyectado en la dirección equivocada, con cara de que ha visto el futuro y que no pinta nada bien para los suyos. Ronaldo se queda dentro del área con tiempo suficiente como para programar las vacaciones y asistir a De la Peña, que la empuja dentro. Ronaldo acaba de presentar en sociedad un regate que se conocería como la elástica. El mundo lo mira como si acabase de descubrir la rueda. Se desata la locura. A aquello lo llamaron la Ronaldomanía.
Hacía mucho que el fútbol era un deporte de masas, pero aquel fue el año en el que, en España, se convirtió en un deporte de masas patrocinado por la televisión. El dinero para los fichajes lo había patrocinado la llamada “guerra del fútbol”, demasiado larga para explicarla aquí, pero que generó una gran apuesta económica por parte de varios grupos de comunicación. Para respaldar su inversión, la televisión empezó a informar sobre fútbol a todas horas. La supercopa, que siempre ha sido un torneo menor, abría los informativos. La elástica de Ronaldo se repetía una y otra vez. Ronaldo se convierte en la megaestrella del planeta fútbol en un momento en el que el deporte está a las puertas de su penúltima mutación.
Ronaldo era la estrella indiscutible de la liga y la nueva gran estrella mundial, pero el Barcelona no acababa de arrancar. Al lado de la Ronaldomanía la prensa acuña un nuevo término: la ronaldodependencia. El Barça gira en torno al talento abrumador de Ronaldo y da la impresión de que todos los caminos del equipo acaban desembocando en el genio brasileño. Si no está o si alguien es capaz de pararlo, el equipo no tiene alternativas. Aun así, van ganando un partido detrás de otro. En casi cualquier liga hubiesen terminado campeones, pero el Madrid imponía un ritmo infernal. La gente empieza a mirar a Robson, en busca de respuestas, pero el Barça, como equipo, sigue sin carburar. ¿Y qué? Ronaldo sigue marcando, jornada tras jornada. Nadie puede pararlo.
En la jornada 7 se van a jugar a Santiago de Compostela. Un partido complicado. El Compos era un equipo correoso. El año anterior había sido incluso subcampeón de invierno, aunque luego se descolgó hasta la media tabla. En todo caso, se suponía un partido complicado contra un rival que sabía defenderse. Ronaldo los destrozó.
Pocas veces se habrá visto algo así en un campo de fútbol. Ronaldo arrasó al Compos como si fuesen juveniles. Primero destrozó a dos defensas y envió un centro tan venenoso que lo acabó metiendo la defensa del Compostela, quizás buscando algo de simpatía. Luego se fue de su marcador y estrelló el balón en el palo. Cada balón que llegaba a Ronaldo acababa con varios defensas del Compostela en el suelo. En los últimos años hemos visto a Messi dominar partidos de forma abrumadora. Partido en los que daba la impresión de que podía decidir dónde y cuándo se iba a mover el marcador. Pero nunca con semejante nivel de agresividad. Nunca con tanta verticalidad. Para el segundo gol Ronaldo encara a su marcador. Da un acelerón brusco y este se cae de espaldas, un poco como Boateng en el famoso gol de Messi. Ronalo se la deja a Giovanni que solo tiene que empujarla. Dos cero. Ronaldo aún no ha marcado, pero ya ha cerrado el partido. Para el Compostela, falta lo peor.
Quizás fue por el miedo que provocaba la bestialidad de Ronaldo por lo que Passí y Mauro van a la vez a un balón que se les acaba escapando en el medio campo. La pelota le acaba llegando a Ronaldo que arranca contra la portería contraria. El gol es pura brutalidad física, aunque hay que tener la calidad de Ronaldo para poder canalizar esa fuerza en algo futbolísticamente practicable. Ronaldo encara la portería como un velocista. Los defensas del Compos intentan sujetarlo, ponerse frente a él, reconducirlo como si fuese un río… no funciona nada. Ronaldo se mete en el área y, casi cayéndose, acaba metiendo el gol por el lado corto. Ha dejado atrás a medio equipo rival. En la banda, la famosa imagen de Robson con las manos en la cabeza. No se lo cree. Por sus gestos da a entender que nunca ha visto nada igual.
Fue una locura. El gol de Ronaldo se repetía a todas horas, en todos los programas, incluso en los que no eran de fútbol. Se hablaba de él como si fuese una película. ¿Lo has visto? Pues claro. ¿Cuántas veces? Nunca eran suficientes. Aquel partido contra el Compostela el Barcelona lo acabó ganando uno a cinco. Ronaldo siguió torturando al Compos durante dos goles más Fue uno de los mejores partidos de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Con veinte años, Ronaldo quizás fue el jugador más determinante que haya habido. Luego llegaron las lesiones etc. Pero eso fue después. Aquella temporada el Barça lo ganó todo, menos la liga. El equipo directivo del Barcelona lo consideró inadmisible y Robson tuvo que salir. Ese mismo equipo de directivos se enredó con las negociaciones para renovar el contrato de Ronaldo y acabaron perdiendo al mejor jugador del planeta, que duro solo un año en el Barcelona. Fue bonito mientras duró. Al menos fue tiempo suficiente como para que Robson pudiese decir que estuvo presente en tres de los goles más importantes de la historia del fútbol.
Bola extra: en este video, además del gol de Ronaldo, se puede ver al entonces presidente del Compostela, el famoso Caneda, considerando que el gol de Ronaldo había sido “de suerte” y “de trompicones”.
- Cuentos Completos de Joseph Roth - 11/05/2024
- Los Bosnios - 11/02/2024
- Introducción a la belleza de las matemáticas - 10/26/2024