La soledad puede estar en cualquier parte: en una ciudad, en un barrio o en una multitud; en un edificio, en una familia o en una habitación a oscuras. Una parte de la experiencia de ser humano consiste en pasear nuestra propia experiencia sobre la soledad por cada territorio y ver qué hacemos con ella. La soledad tiene muy mala prensa, pero en realidad es una parte inherente de nosotros y somos nosotros los que tenemos que buscar nuestra forma de relacionarnos con ella.

The humans es la primera película de Stephen Karam, que ganó el Tony con la versión teatral de su obra. La película es algo así como un catálogo de la condición humana en instituciones más y más reducidas. La película se abre, de hecho, con una serie de planos de la Nueva York en un contrapicado radical. Es una ciudad rota, pero cicatrizando. El cielo asoma entre los edificios y la ciudad aparece como un aparato que contiene y que limita, pero también como un objeto incompleto. En esa ciudad herida, la Nueva York post 11-S. Brigid (Beanie Feldstein) y su pareja Richard (Steven Yeun) se acaban de mudar a un piso decrépito del barrio chino, donde reciben a los padres de ella —Erik (Richar Jenkins) y Deirdre (Jayne Houdyshell) — y a su hermana —Aimee (Amy Schumer)—, que acaba de romper son su pareja de toda la vida. También está Momo (June Squibb) la abuela, que sufre una enfermedad degenerativa. Se mueve en silla de ruedas y ha perdido la capacidad de comunicarse. El encierro definitivo: la abuela vive confinada en su propio cuerpo.

El encuentro de la familia siempre está sujeto a rituales. Hay una serie de ceremonias que cumplir. En este caso se anudan dos eventos: la presentación del piso de la nueva pareja y acción de gracias. Este es el juego al que discurre bajo la película, la tensión que se produce entre la institución y la relación humana. Los miembros de la familia se resisten al carácter institucional de la misma, pero, al mismo tiempo, es imposible escapar de ella y, de hecho, es en los rituales en los momentos en los que la familia encuentra los apoyos que necesita para reencontrarse con su humanidad. La película representa esto en el momento del juego, un entretenimiento familiar que es el ritual con el que la familia consigue reconectarse.

La película se recrea en reproducir la banalidad de los diálogos en las relaciones familiares. Preguntas por la salud, por el trabajo… El intercambio de comunicación ahí baja a cero. No se comunica nada, porque el objetivo no es traspasar comunicación, sino, de nuevo, ejercer un ritual, aunque en este caso un ritual que se niega a sí mismo. La banalidad de los rituales es opresiva, pero, al mismo tiempo, es un asidero. La película se recrea en esa banalidad y lo hace con tanto entusiasmo que puede perder espectadores en el proceso. El único que no parece del todo capaz de entender la fase en la que se encuentran es Richar, el novio y nuevo miembro de la familia, que insiste en contar sus sueños -saltarse las normas del contrato- para desesperación de Brigid. Como quedará más claro en otra escena de la película, Richard todavía no sabe jugar.

Pero el diálogo avanza y, poco a poco. A medida que va descendiendo en la escala de las instituciones el detalle permite captar imperfecciones más y más profundas. Pliegues en la relación entre los personajes. La película arranca con la ciudad (a Erik no le gusta la ciudad y está traumatizado por el 11S) y va descendiendo por el barrio (el edificio está en Chinatown y es un edificio viejo, con las paredes hinchadas por la humedad), la familia, el trabajo, la pareja (cada miembro de la familia se encuentra en un estado diferente de su relación -recién iniciada, recién separada y una pareja de muchos años) hasta llegar al propio individuo.

The humans es sobre todo un retrato de la soledad, porque retrata la complejidad de los engranajes que se establecen entre cada individuo y los diferentes cajones en los que se estructura la sociedad. Pero el mayor mérito de la película es conseguir un equilibrio complicado entre una película íntima, casi psicológica y, al mismo tiempo, una película social, porque The Humans puede leerse también como la crónica del derrumbamiento de eso que se llamaba la clase media.

Esta misma película, treinta años atrás, habría retratado a una familia más o menos estabilizada económicamente. Podría haber sido una película de Douglas Sirk, con unos personajes burgueses movidos por resortes totalmente diferentes. En cambio, los personajes de The humans, que por formación, profesión y cultura habrían pertenecido a esa clase media y que todavía han crecido con ese mito como referente se encuentran en una situación económicamente tan precaria que han llegado al borde del último escalón de la escala social a la que pertenecen. Cualquier inconveniente, cualquier tropezón de mala suerte los dejará caer en una situación económica y en un estrato social en el que no se reconocen.

Las revelaciones en la película son, al mismo tiempo, espectaculares y anticlimáticas. Cuando empiezan a soltarse las cargas de profundidad y afloran las confesiones traumáticas no se resquebraja la familia. No funciona así. Inmediatamente se coloca, como buenamente se puede, algún parche para que todo siga funcionando. Puede ser un chiste, una disculpa más o menos satisfactoria, o el compromiso tácito de no hablar de ello. Así la familia sigue siendo habitable, como el edificio de la película, que sobrevive a base de reparaciones menores. Es incómodo, húmedo y la instalación eléctrica crepita como en una película de terror, pero es lo mejor que tienen los personajes. Es decadente, pero necesario.

Otras críticas

But Karam’s intimate, increasingly oppressive drama is a marvel, not just of writing (his play was also shortlisted for a Pulitzer) or of acting (a monumental Jayne Houdyshell reprises her Tony-winning role alongside a flawless non-transferred cast) but of overall conception, a rare stage-to-screen journey that feels worth the mileage

Benjamin Lee – The guardian

Oh, boy. The Humans may be the most overrated film I have ever seen. A monstrously boring stage-to-screen adaption that forgets they are making a film. A film that is entirely void of human beings having actual, real, honest-to-god human emotions.

M.N. Miller – Ready, Steady, Cut

The Humans

  • Dirección: Stephen Karam
  • Guion: Stephen Karam
  • Música: Nico Muhly
  • Reparto
    • Jayne Houdyshell
    • Richard Jenkings
    • Steven Yeun
    • Beanie Feldstein
    • Amy Schumer
    • June Squibb
  • Estados Unidos
  • 2021
  • 108 min
  • A24
Licenciado en Humanidades. El que lleva todo esto a nivel de edición, etc. Le puedes echar las culpas de lo que quieras en miguel@enestadocritico.com. Es público y notorio que admite sobornos.
Miguel Carreira López
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