Decía Jim Dodge que una comunidad no existe hasta que tiene un cementerio. Es posible y no tiene nada de tétrico. Se trata de que hay lazos que solo se pueden anudar con momentos determinados. Ritos de paso que nos transforman y dan peso a nuestra memoria; por ejemplo, la muerte, por ejemplo, el sexo o la fiesta.
Decía Žižek, siempre ingenioso, que una novela puede ser romántica hasta que se llega al pie de la cama. Para el desayuno ya estamos en el realismo. La fiesta opera sobre la sociedad como el sexo en la pareja. Hay determinadas formas de intimidad que solo se pueden identificar bajo las luces rojas y hay aleaciones del alma que solo se pueden forjar en el calor de la fiesta.
Como vivimos en una época en la que todo se comercializa las empresas han intentado sacar rendimiento de este poder y se han inventado eso del “teambuilding”. El problema es que la esencia de la fiesta consiste, no tanto en romper las normas -que también- como en crear un universo de normas alternativas. Parece lo mismo, pero no lo es. Cuando la fiesta está tutelada y el código está condicionado desde el exterior la fiesta no sucede como tal, es solo un simulacro. La fiesta, como el juego, solo se puede celebrar desde la convicción total. Si finges el juego no estás jugando. Si finges la celebración o esta está condicionada por unas normas externas no estás de fiesta.
Babylon celebra una fiesta. La fiesta que suponía el Hollywood de los años 20, cuando las películas se convirtieron en la gran diversión del país y del mundo; cuando el dinero empezó a fluir hacia el oeste y todo estaba por hacer. Hollywood era Macondo y la vida era una fiesta, no tanto por la diversión -que la había-, sino sobre todo porque las reglas se estaban escribiendo y había conciencia de ello. Hay un momento en el que el personaje de Bradd Pitt dice que, cuando él llegó a Hollywood, a los actores se les prohibía la entrada a los restaurantes. “Yo cambié eso”.
Babylon: una historia en tres fiestas
La tesis es que podemos organizar Babylon alrededor de tres fiestas.
La primera, la más espectacular, es una bacanal en la que se mezclan, a todos los niveles, los distintos estamentos de ese Hollywood pionero y efervescente. Gente follando, gente contenta, mucha ambición y alguna prostituta muerta. Podría ser el slogan rechazado de una campaña de turismo del Hollywood de los años felices. Chazelle sitúa aquí el paraíso perdido: un Hollywood desatado, pero tolerante casi hasta la parodia. Hay un momento en el que los participantes interrumpen su orgía para escuchar atentamente la delicada interpretación de una cantante asiática que ofrece un número lésbico que a todo el mundo le parece bien. Ya se sabe: los muy tolerantes años 20.
La segunda fiesta, la segunda parte de Babylon, es una recepción elegantísima. El personaje de Margot Robbie termina expresando su desacuerdo con una vomitona espectacular que evoca, de repente y sin aviso previo, a un spoof de los ZAZ. Es la fiesta de la civilización. Las normas se han fijado y los que no se ciñen a ellas son expulsados del paraíso.
La tercera fiesta es la de la corrupción. Cuando las normas ocupan el territorio luminoso los instintos se retiran a las zonas de la represión. Pero en la oscuridad es donde habitan los monstruos.
Babylon ha supuesto un importante fracaso en taquilla. El segundo gran golpe para Chazelle. Con su película anterior First Man tampoco tuvo buenos resultados, sobre todo en la taquilla americana, donde una historia de ese estilo habría tenido más opciones. Pero con First Man, al menos, sí había cierto consenso entre la crítica sobre la calidad de la película. Con Babylon la cosa no está tan clara. La megalomanía suele resultar antipática a la crítica y Babylon es un festival del exceso: desde el reparto hasta la alucinante secuencia de la fiesta casi al principio de la película.
Chazelle ha querido escribir su carta de amor al cine y lo ha hecho desde la ambición, que en Babylon no se limita al metraje, al casting o a los decorados. Chazelle ha querido que su homenaje al cine sea proponer una tensión constante en nuestra forma de mirar. Un tour de force en el que cada plano busca mostrar algo que el espectador no ha visto antes. Esa vocación puede llevarnos a sitios muy diferentes, no siempre agradables, pero siempre sorprendentes. Nos puede llevar, por ejemplo, a ver el ano de un elefante, a Margot Robbie bailando o a un señor que se cae desde un tejado. Algunas de estas cosas usted cree que las ha visto antes, pero Chazelle propone que no es verdad, que todo se puede ver por primera vez.
Dentro de esta agresiva originalidad en la mirada Chazelle vuelve a sus temas de siempre: los sacrificios que supone el arte, las renuncias de la pasión, la nostalgia como peaje de la felicidad… Como en cada película anterior, Chazelle vuelve a contarnos la historia de Icaro. Acercarse al sol es peligroso, pero solo se cuentan historias sobre aquellos que se han atrevido a volar. Babylon es un poco la encarnación de esos riesgos. La película quiere volar tan alto que se quema a menudo, pero no se le puede negar la valentía de querer devolver al cine ese impulso de ver algo por primera vez.
Es verdad que la historia está descompensada. Probablemente no haya sido un acierto intentar forzar que la trama avance sobre la historia que peor funciona en toda la película: esa relación entre el personaje de Robbie (que roba cada segundo de la película en la que aparece) y el joven mexicano, que es un muchacho aspirante a no se sabe muy bien qué, y que nos da bastante igual.
Porque si es verdad que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil entonces puede ser que una historia sea más frágil en su personaje menos logrado. En este caso sería la historia de ese joven supuestamente ambicioso -sabemos que es ambicioso porque nos lo dicen expresamente, sino pensaríamos que ha ido allí a cambiar una cerradura- que, en un escenario de personajes más grandes que la vida se pasea con cara de despistado y sin entender muy bien qué hace por ahí. Es casi como ver a Mr Magoo en una película sobre la Segunda Guerra Mundial. Y sí, es verdad que por ahí la película se desangra y en lugar de parar la hemorragia, la película hurga en la herida hasta regalarnos una especie de coda a lo Cinema Paradiso que debería ser emocionante, pero que no funciona porque para entonces la película ya ha terminado hace mucho, así que el montaje sensiblero del final queda un poco como cerrar el bar poniendo Mi gran noche. De acuerdo, todas las fiestas tienen dos momentos que las definen. El momento en el que fuimos más felices y el momento en el que se apagaron las luces. En Babylon la fiesta puede que acabe demasiado tarde, pero merece la pena asistir al evento.
Babylon
- Dirección: Damien Chazelle
- Paramout Pictures
- Año: 2022
- País:EEUU
- Guión: Damien Chazelle
- Música: Justin Hurwitz
- Fotografía: Linus Sandgren
- Reparto: Margot Robbie, Bradd Pittt, Diego Calva, Jean Smart, Li Jun Li, Jovan Adepo
- Duración: 189 Minutos
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