por Alexander Zárate
¿Qué hay ahí afuera? ¿Quién es el otro? Calle Cloverfield 10 (10 Cloverfield lane, 2016), de Dan Trachtenberg es una aguda parábola sobre los miedos que convierten a los otros en una amenaza y las fugas de la realidad, sobre la incapacidad de actuar e intervenir en la realidad, que implica saber no sólo confrontarse con los otros sino con uno mismo. Esa incapacidad de resolución puede determinar la amargura del arrepentimiento por lo que no se hizo cuando se debía, por desaprovechar por miedo u orgullo una dirección posible que te propiciaban las circunstancias. O por no saber enfrentarse a las voluntades que te arrastran sin ser capaz de actuar con determinación. Tu reacción se define por la negación. O no actúas o simplemente huyes. Y tu vida se tambaleará a la deriva, aunque pienses que controlas el volante y que vas hacia alguna dirección. Pero simplemente te alejas. En las primeras secuencias, Michelle (Mary Elizabeth Winstead) abandona el hogar, rompe una relación, se marcha de la ciudad. La amortiguación del sonido refleja su encapsulamiento, su cerrazón, decide esconderse en sí misma. La llamada que realiza él, Ben (voz de Bradley Cooper), intentando posibilitar el diálogo que pueda resolver el conflicto, se revela infructuosa. Ella apuntala la colisión y corta la llamada, y en ese momento se produce otra colisión sobre su coche.
La monstruosidad en Cloverfield (2008), de Matt Reeves, era el reflejo de una incompetencia y una inconsistencia afectiva, la incapacidad de saber ser coherente con los sentimientos, y más bien optar por la fuga y por la afirmación soberbia que implica negación del otro. La criatura monstruosa ‘aparece’ (o sentimos sus primeros signos, con los movimientos sísmicos) justo cuando él está deliberando sobre sus sentimientos con respecto a ella, y qué hacer, incapaz de superar su orgullo, tras que ella se haya marchado de la fiesta después de ambos haber discutido aceradamente. Y el monstruo arrasa la ciudad (como su orgullo la relación), mientras intenta rectificar su error recorriendo la ciudad para rescatar a la mujer que ha rechazado por soberbia (en ingeniosa ocurrencia dramatúrgica, la cámara presente grababa la ciudad asolada, mientras se borran los recuerdos de los momentos armoniosos compartidos entre unos y otros).
La dirección narrativa de Calle Cloverfield 10, se define sobre la oscilación de la incertidumbre, en coherente correspondencia sobre la incierta entraña de ese conflicto con su pareja que desencadenó su ruptura y abandono, como si el relato representara los monstruos que se dirimen en el interior de la mente de la protagonista. Resultará incierto durante buena parte del relato si el hombre que le ha acogido en el bunker, Howard (John Goodman), es alguien que le ha salvado de la amenaza exterior, de la radiación, o si es una amenaza, un secuestrador, un asesino de mujeres, que ha inventado un relato conveniente para mantenerla sumisamente enclaustrada. También resultará oscilante la consideración de si realmente hay un peligro fuera, si hay una radiación causada por una invasión, quizá extraterrestre. No deja de ser una extensión de su estado interior oscilante. Amenazas interiores, su propio bunker interior, amenazas exteriores, él transfigurado en esa ambivalente figura del bunker o un incierto exterior de imprevistas amenazas de hiperbolizada cualidad insólita, extraterrestre, (como si la realidad fuera una amenaza desde cualquier ángulo posible; como si él, Ben, fuera alguien que pudiera dañarla del modo más inconcebible).
La oscilación se acrecienta por la diferente relación con los dos hombres en el interior del bunker, el vaivén entre la confianza y el recelo con Howard y la conexión y alianza que va consolidándose con Emmet (John Gallagher, jr). También se puede rastrear otra conexión, a través de la figura reflejo del bunker, con otra obra que transitaba los senderos genéricos de la ciencia ficción combinada con el terror, y la relación del personaje principal con los fantasmas de la mente: la estupenda La guerra de los mundos (2004), de Steven Spielberg. El personaje encarnado por Tim Robbins reflejaba la tortuosidad siniestra del personaje de Tom Cruise (y del propio país). Los extraterrestres aparece, irrumpen, en un instante ya extremo de colisión interna del protagonista, por su incapacidad de controlar y su frustración por no saber intervenir en una realidad que no deja de contrariarle. Ambos personajes en los sótanos o bunker, espacios cerrados, comprimidos, reflejan esa violencia interna crispada que no sabe ser constructiva o resolutiva y deriva en la negación. El trayecto de la estimulante Calle Cloverfield 10, narrada con vibrante fluidez, comienza con una mujer que se encierra en sí misma y se aleja sin dirección definida, a la deriva, y finaliza con una mujer con un propósito, enfrentada a las amenazas con determinación, y optando por una dirección que no teme los riesgos de la confrontación.
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