La magdalena —o el bizcocho— de Proust sirve de pretexto al autor francés para activar el discurrir memorístico que atraviesa Por el camino de Swann, siendo el dulce un verdadero posibilitador que vincula flujo de conciencia con recuerdo familiar. Una inversión del recurso proustiano inaugura El genuino sabor, donde el motor del texto es el contacto con lo ajeno. Éste se activa cuando la protagonista, en su infancia, prueba el cordero al curry de uno de los escasos restaurantes indios del Madrid de los ochenta. El episodio, que resulta desconcertante para Almudena, supone un augurio de lo que será su vida profesional, pues tras licenciarse en filología hispánica se convierte en promotora cultural de España en el extranjero. Las estancias que realiza en diferentes países constituyen el hilo conductor del libro.
La levedad es la apuesta de Mercedes Cebrián. La levedad aplicada a la trama, al estilo y a la caracterización de los personajes; levedades todas ellas emparentadas con los temas que sobrevuelan la novela: la superficialidad de las relaciones humanas, el acceso a las tradiciones ajenas, la reducción de una cultura a sus tópicos y cómo éstos pueden convertir a sus ciudadanos en estereotipos. Así, una persona atípica como Almudena, cuya labor de promotora consiste en representar lo español allá por donde pisa, se ve reducida a caricatura; como se ven irremediablemente reducidos a caricatura los personajes secundarios que aparecen esbozados en las entradas de un ficticio Diccionario biográfico de la presencia española en Londres cuyas páginas son transcritas e intercaladas en el texto. «¿Cuántos tipos distintos habría en un catálogo hipotético de españoles?», se pregunta Almudena, «¿Treinta y seis? ¿Noventa y ocho? Todos ellos siempre producto, siempre consecuencia de algo.» (p. 121). Otros fragmentos de este tipo, como listas de costumbres que Almudena odia o de mentiras que cuenta sobre el folklore español, congenian perfectamente con el estilo indirecto libre que vehicula las andanzas de la protagonista.
Formalmente, la novela es una colección de paratextos, cuadros y episodios hilvanados por los cuales desfilan tipos de personas —convertidas en tipos literarios—, creando un collage que permite (pide) diferentes niveles de lectura y que bien podría constituir el guion de una sitcom de humor fino e inteligente. Un neo-costumbrismo, por llamarlo de alguna forma, que se ve reforzado por el irónico membrete situado en la portada, “una novela”, pues el resultado final es un texto muy difícil de clasificar.
A su vez, El genuino sabor debe leerse también como una ácida reflexión sobre el consumo, una crítica al despilfarro ostentoso que fue bandera española las dos pasadas décadas y que han llevado al país a convertirse en franquicia —la marca España— para intentar revertir la situación. Mientras la profesión de Almudena consiste en predicar las bondades de la cultura, el modus vivendi y la gastronomía patrias, en la intimidad practica un acérrimo freeganismo, estilo de vida que da la espalda al consumismo buscando alternativas a la economía convencional mediante el gasto mínimo de recursos, especialmente los de tipo alimenticio. Su militancia le trae problemas, claro, pues la tendencia a servir productos caducados no es bien recibida entre los comensales de una de las cenas que organiza en su casa, generando una de las situaciones más divertidas del libro.
Por otro lado, El genuino sabor es una novela sobre la idea de pertenencia, sobre el choque de culturas, la incomunicación y el desasosiego que pueden conllevar vivir en el extranjero y comunicarse en una lengua foránea. «Ser parte de esas gachas, de ese porridge idiomático y de gente, es el precio a pagar por llevar una vida extranjera» (p. 65).
Mercedes Cebrián retoma asimismo uno de sus temas predilectos: la relación del ser humano con los objetos; en un momento hace decir a la protagonista «Yo soy yo y mis pertenencias, mi apego a ciertas cosas me define y rotula» (p. 133), mientras cuestiona esta sentencia trayendo a colación el debate sobre la imitación a través de los souvenirs que adquiere Almudena y la empresa de dobles que dirige su vecina en Londres. Si bien el tema estrella, aquel que traza lazos entre todos los episodios, es el culinario. El paralelismo entre cocina y lenguaje se mantiene durante toda la obra. Casi al comienzo, el sabor de los postres indios produce en Almudena un extrañamiento que asocia al lenguaje, pues para ella resultan parecidos a un “idioma incomprensible”. Posteriormente, describe la lengua franca que utilizará para comunicarse con otros extranjeros, ese ingles global, vago y con errores, en términos culinarios:
Se parece entonces a algo de textura gachosa: resulta blandengue, apenas estructurado y sin pilares que lo sostengan; comestible incluso sin dientes, como las bolas de matzá de la sopa tradicional judía, como una torrija y su equivalente anglo, la French toast. (p. 63)
Al final, el cometido de El genuino sabor es incitar a la reflexión sobre estos y otros temas. En vano sería buscar en él un texto redondo –es más bien poliédrico, de múltiples accesos y pocas salidas— o un desenlace definitivo; pero sí encontramos un cierre semejante al de series como The Wire o Los Soprano: la vida sigue y nosotros con ella.
El genuino sabor
Mercedes Cebrián
ISBN:9788439728542
Random House
Barcelona, 2014
153 pp.
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