La distancia con el otro siempre es insalvable. Desde cierto punto de vista no importa demasiado si esa distancia es social, regional, emocional o sideral. Es simplemente excesiva.
En Los extraños Jon Bilbao vuelve a entregar un libro que gira en torno a la soledad de unos personajes aislados dentro de sí mismos. Borges opinaba que, en última instancia, existen dos grandes tramas en la literatura occidental: la del dios que muere y resucita y la del héroe que vuelve el hogar. Hace tiempo que hay una tercera trama en la narrativa occidental que, al menos en el último siglo, ha girado tozudamente en torno a la crisis en sus múltiples formas: la historia del héroe que ha vuelto al hogar, o que no ha salido de él y que contempla el agotamiento de su propia historia. Fabrizio después de la batalla. Ulises, que ha deshecho la maleta y contempla, con estupor y una inquietud desconocida el tiempo que le espera.
Los extraños gira en torno a una pareja, Jon y Katherina, que están instalados en una casa, propiedad de la familia de Jon, en un pequeño pueblo del Norte de España. Los dos son extraños en la casa, aunque de distinta manera. Katherina es alemana y, aunque la casa pertenece a la familia de Jon, no la siente como suya. Se ha ido separando de ella con el tiempo y sus recuerdos sobre ella se han ido diluyendo. Justo el día después de que se produzca un extraño avistamiento sobre el pueblo, Jon y Katherine reciben la visita de Merkel —un primo lejano de Jon, aunque no se recuerden entre ellos— y Virginia.
Los extraños avanza a partir de ahí con una estructura más cercana al cuento que a la novela. Bilbao acostumbra a trabajar con tramas de diseño muy acabado y este caso no solo no es una excepción, sino que es un ejemplo pulido de esta forma de narrar, de la que se había alejado un tanto en Basilisco para contar una historia muy distinta, pero a la que aquí vuelve. En cierto sentido es un libro ejecutado como una película de Hithchcock, donde los personajes se mueven dentro de un entorno medido y limitado y en el que la evolución de los personajes está siempre supeditada a la eficacia de la estructura narrativa. Podemos decir que los personajes están tan cerrados en la casa como en su propia historia.
A esto tenemos que añadir el estilo, siempre económico, de Bilbao, que escribe como quien diseña una tuerca sobre papel milimetrado. Cada frase es una línea calculada, trazada con una misión y cuya necesidad se mide en términos de eficacia. Los adjetivos, se consideran frivolidades manieristas en las que no merece la pena detenerse.
La novela se construye así, sobre la relación entre estas dos parejas, alrededor de la cual se diseña un breve catálogo sobre la extrañeza. Porque si las dos parejas son extrañas entre sí, los individuos de cada una de ellas también son extraños entre ellos y hasta la propia casa parece ser ajena al terreno que ocupa, y que intenta expulsarla como un cuerpo rechaza un órgano ajeno.
Todas las relaciones de la novela se generan a través de la necesidad, de la posesión, de la codependencia, de la ocupación… De hecho, el único momento en el que parece producirse un momento de comunicación entre dos individuos se da cuando uno de los miembros del cuarteto establece contacto con un individuo ajeno al grupo y, aún en este caso, da la impresión de que esa comunicación existe gracias a su condición de excluidos. De extraños, tal vez.
Los extraños
- Jon Bilbao
- Editorial Impedimenta
- 2021
- ISBN: 978-84-17553-86-9
- 144 páginas
Enlace Los extraños en la web de le editorial
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