Los significados varían entre la masa de hablantes de un mismo idioma, de modo que no hay ninguna garantía de que todos entendamos lo mismo cuando decimos de alguien que es «interesante» o «respetable». Pues el caso es que, independientemente del sentido que demos a esos términos, Mark Lanegan es ambas cosas.

Este músico norteamericano aúna dos virtudes: estar en el sitio adecuado en el momento adecuado y esquivar con estilo el éxito mayoritario. En los primeros noventa se movía en la órbita de Seattle, formó parte de uno de los grupos seminales del grunge, los Screaming Trees, y el mismísimo Kurt Cobain le hacía los coros en alguno de los temas de su primer álbum. Dueño de una solidísima carrera en solitario que siempre mira hacia lo acústico y melancólico, también colaboró no hace demasiado con Queens of the Stone Age, uno de los grupos más populares entre los aficionados a los sonidos pesados del nuevo milenio.

Siempre cerca de la gloria, pero sin dejarse atrapar por ella. Greg Dulli, Soulsavers o Isobel Campbell son algunos nombres con los que Lanegan se ha asociado en estos últimos años, verdaderamente prolijos en lo relativo a participaciones conjuntas. De su último disco en solitario hace ya ocho años. Demasiado tiempo: teníamos ganas —tenía ganas— de ver qué tenía que contarnos este William Burroughs del rock and roll.

Para mí la espera ha merecido la pena. Lanegan parece haber incorporado a su repertorio los sabores que ha conocido en sus recientes aventuras: casi podríamos decir que en Blues funeral hay más matices que en cualquier otro de sus discos. Encontramos, por ejemplo —y esto ha podido molestar a algún purista—, más de un guiño a la electrónica. La voz profunda de Lanegan, que a veces más que cantar se aproxima al recitado, preside toda la obra y genera una atmósfera cargada de imágenes que mezclan lo industrial y lo místico. Este disco nos transporta sin remedio a una especie de atardecer quimérico, a un mundo, a una vida, que tiene muy presente la experiencia del dolor pero que se resiste a dejar de buscar la poesía en todo momento. Pero, además de un ambiente, Blues funeral nos proporciona muy buenas canciones como “Gray Goes Black” y sobre todo la magistral “Harborview Hospital”.

Como decíamos, se trata posiblemente de su disco más variado en cuanto a textura (que no en cuanto a humor, Blues funeral no es —no puede ser— la alegría de la huerta): encontramos temas que pueden encajar, si se entienden las etiquetas con cierta laxitud, en registros próximos al blues (caso de “Bleeding Muddy Water”, “St Louis Elegy” o “Leviathan”), al rock con cierta furia (“Quiver Syndrome”) habiendo también canciones enteramente acústicas (“Deep Black Vanishing Train”) y otras con una base electrónica muy marcada (“Ode to Sad Disco” o “Tiny Grain of Truth”).

Creo que Mark Lanegan, como Tom Waits o Nick Cave —por cierto, a quienes les gusten estos dos y no sepan nada de Lanegan quizá les convenga acercarse cuanto antes a este Blues funeral—, hace lo que le viene en gana. Y en este caso ha acertado de pleno. La producción del disco es inmejorable y los coqueteos con lo “moderno” casan a la perfección con la América polvorienta que también aparece aquí y allá y con el alma folk que, pese a todo, posee Lanegan (si alguien tiene dudas, que pruebe el fabuloso Whiskey for the Holy Ghost del 94). Las emociones puede que no sean tan intensas, Mark Lanegan ya no se deja la vida en cada surco, también es posible que gracias a eso aún esté entre nosotros. Supervivencia, sí, quizá este sea el disco de un superviviente, pero ese amortiguamiento trabaja a favor de la elegancia.

En tiempos como estos no sé si tiene mucho sentido hablar de la presentación de un álbum, de los aspectos materiales que sirven de soporte a la música. Por si acaso, diré que por lo que respecta a Blues funeral es absolutamente impecable: una portada que promete lo que luego encontramos (belleza recortada sobre un paisaje negro) y un motivo, el de las flores, que emerge de los igualmente negros libreto y disco. El buen gusto no es un don demasiado bien repartido, por eso creemos obligado el celebrarlo. En este sentido, con Blues funeral Lanegan muestra una vez más que tiene aura, que posee una extraña majestad, la de un rey sin trono pero que, si se lo propone, hará bien cualquier cosa a la que decida jugar.


blues funeral revista cultural en estado crítico

Blues funeral

  • Mark Lanegan
  • Rock, Blues
  • 2012
Se divierte en clase. Literatura, filosofía, r’n’r. Trata de tomárselo con deportividad.

Un niño, un libro, una moto.

https://youtu.be/nhbSYP8cyD8
David Sánchez Usanos
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